martes, 24 de noviembre de 2015

Juegos y juguetes

Desde que somos niños planificamos nuestras vidas en torno a los escenarios que nos imaginamos cuando jugamos, pasamos de querer ser vaqueros, policías o astronautas a querer ser estrellas del rock o actores. Luego, conforme "maduramos", llega el turno de los triunfadores millonarios, de los Bill Gates y el señor ese mayor que vive en una mansión llena de hermosas mujeres y que edita esa revista que todos leen por sus maravillosos artículos de investigación. Pero hay un momento, hay una serie de personas, un porcentaje fuera de encuestas, que marca la excepción, que presenta un camino alternativo.
Siempre se ha dicho que lo que diferencia a un hombre de un niño es el tamaño y precio de sus juguetes, pero algunos hombres y mujeres consiguen pasar la línea, consiguen que los planes de futuro engendrados en los escenarios de su imaginación, las aventuras que surgen del juego y el juguete, los sueños pueriles y descabellados, se conviertan en realidad, rompan el cristal que separa la realidad de las ensoñaciones y cambien sus vidas, modifiquen la percepción de su entorno y el como interactúan con él.
Esos juegos, esos juguetes, se convierten en su vida, en su presente, modifican el ritmo de su corazón para adaptarlo al ronroneo escandaloso de un motor en V, cambia la definición de amigo por hermano, el chocar la mano por chocar los corazones en un abrazo, el café con prisas por la cerveza con risas.
Esos juegos y juguetes despiertan sensaciones que nunca pensabas que tenías guardadas y te abren horizontes que nunca habrías imaginado, envidias viajes malditos bajo sol y nieve para llegar a ningún sitio y añoras dolores en el cuerpo provocados por máquinas a las que adoras de una forma irracional, disfrutas del viento en la cara, más aún si lleva gotitas de agua, conduces centenares de kilómetros para llegar a una playa como la que tienes junto a tu ciudad, frente al mar que baña tu ciudad, para sentarte a ver amanecer como en tu ciudad... pero a centenares de kilómetros.
Y es esa felicidad la que empieza a marcar tu ritmo, tu vida. Es el sentarte sobre el cuero, girar la llave, arrancar, guardar la pata de cabra y meter primera... Y ya está... Ya estás en tu mundo... Ya has cruzado tu armario a Narnia, ya has tomado tu pastilla roja y azul que te hace ver al resto del mundo como seres extraños, seres que se ahogan en su mundo de infelicidad buscando un El Dorado que no existe, que no hallarán nunca... Buscando unos sueños que sólo hallarán el día que aprendan a jugar con sus juguetes, a imaginar sus vidas y a buscarlas en el viento, como las respuestas del gran Dylan... Life is good...

domingo, 22 de noviembre de 2015

Guardias dominicales

El día del Señor, el día en el que las familias se enfrentan a la prueba de fuego de la paella y la sobremesa. Ese espacio de tiempo muerto entre jornada laboral y suplicio del lunes madrugador. Esos días algunos trabajamos, velamos por la seguridad y bienestar de nuestros conciudadanos, estamos presentes en las calles y carreteras disfrutando de nuestro trabajo y añorando esas risas dominicales en torno a una mesa, ese allioli que hace el tío Alejandro como nadie y la paella que hace papá el único día que cocina y que recoge los premios de la afición en forma de miradas llenas y platos vacíos. Esos domingos en los que nos perdemos la sobremesa de café, copa y puro, como marcan los cánones, y en las que un simple comentario desata las hostilidades en torno a la última modificación de Ferrari en la F1, la decisión de la alcaldesa Carmona o los refugiados en el Mediterráneo. Esos domingos en los que llegas al trabajo quince minutos antes por la ausencia de tráfico, que comentas sorprendido, un domingo más, con los compañeros y que disfrutas de vistas maravillosas como las que acompañan este texto. Esos domingos en los que, pese a trabajar, tu alma se relaja, el corazón recupera su ritmo y los demonios desaparecen... Habrán ido a discutir de fútbol con sus cuñados mientas se comen la paella y disfrutan del allioli de sus tíos... Life is good...

Amaneceres mediterráneos

Esos amaneceres mediterráneos que disfruto cada día al ir a trabajar, esos momentos de inmensa tranquilidad, de una falsa soledad al acompañarme un viejo amigo mientras mi mente navega en la historia de mi pueblo, mi gente, mi humanidad. Minutos en los que hasta las gaviotas se detienen para brindar el instante único, aquel que busca el pescador de imagenes, el fotógrafo aventurero que pretende trasladar al que quiera ver su obra al lugar que sus pies acarician con respeto, a la orilla de su querido Mediterráneo. Esos colores que acaloran hurgando, caracoleando entre los sentidos y sentimientos, depositando miles de años de cultura en el instante que dura una sonrisa, un parpadeo, un beso lanzado al aire. Ese olor a salitre y libertad que añoramos los de aquí cuando nos vamos y que nunca entienden ni entenderán los de allí. Ese resbalar la arena acuosa por entre los dedos de los pies mientras estos serpentean para hundirse en la tierra, para surgir después cual héroe mitológico venciendo al más fiero titán y mostrar una sonrisa de autosuficiencia feliz. Ese aroma, esas luces, ese tacto es lo que disfruto cada día, durante unos minutos, antes de volver a la guardia, antes de volver a trabajar. Con mi moto, con mi Mediterráneo, con mi libertad... Life is good...

viernes, 20 de noviembre de 2015

El cafe

Amargo como una mirada de reproche, dulce como una caricia en el cuello, artificial con la sacarina de la pose del "yo me cuido", con leche, sin ella, con hielo o ardiente como los corazones que he querido. Ese negro líquido que evoca recuerdos y deseos, ese que me ayuda a despertarme. El sonido de la cafetera Oroley escuchado desde la cama como el preludio del aroma que iba a invadir cada rincón de la casa. La pausa del trabajo o del viaje, el termo del previsor, la caricia en la mano sobre la mesa de mármol en la plaza de la Iglesia, la sonrisa pícara al quitarte el trocito de chocolate o la complicidad al leer la frase del azucarillo, pozos de sabiduría donde los haya. El café nos envuelve con su aroma, pocos se resisten a la pregunta de " ¿un café?" Pocos inician una conversación de verdad sin un "jefe, dos cafés..." Y pocos caminos no se jalonan de cafés en lugares que luego recuerdas como mojones que marcan recuerdos en vez de kilómetros. El café te acompaña en paradas solitarias frente a la barra de acero inoxidable con apliques de plástico rojo y cartel taurino con nombres que desconoces pero que dices que te suenan, te hace sentir cómodo en la mesita helada del paseo esa tarde de invierno y humedad, templa tu cuerpo las noches de guardia y calienta tu alma frente a la chimenea, en taza metálica, en esos momentos en los que, al revés de como debería ser, tenemos los pies fríos y la cabeza caliente. El café... Life is good...

jueves, 19 de noviembre de 2015

Empezamos una nueva aventura

Amanecer, inicio del día, apertura de ojos, carraspeo indisimulado, momento en el que los monstruos de la noche abandonan sus atalayas, para esconderse de la luz en el fondo del baúl de la hiperactividad diaria a la que nos condena esta sociedad. Momento en el que la paz inunda mi alma cuando estoy junto a mi querido amigo, el viejo Mediterráneo, el guardián de sueños incumplidos y proyectos imposibles. Espacio de mi vida en el cual el reloj se detiene y la respiración se ralentiza para acallar el ruido de mi cabeza. Lugar y tiempo en el que intento mostrar mi visión del mundo, de mi pasión por ir en moto y disfrutar de esos amaneceres. Y después de compartirlo con mis amigos más cercanos, estos me han animado a hacer estas imágenes y pensamientos más extensivos a todo el resto del mundo. Y he aquí que en estas me hallo, he aquí que vais a conocerme más... Espero que no demasiado... Life is good...