martes, 22 de marzo de 2016

Se acabaron las fallas

Ya está, ya han acabado... las fallas llegan a su fin con ese sabor agridulce que llevo saboreando toda la vida. Las fallas son el mejor ejemplo de lo que podía ser y no fué, de lo que deseábamos y no se cumplió. Las fallas de la Unesco y las del botellón, la de la alegría de la mascletá y las lágrimas en la ambulancia. Las fallas mezclan la mirada ilusionada de la fallera al llegar a la plaza de la virgen con la desesperada del padre que llega al hospital tras la llamada de la policía a las tres de la mañana... "Don Enrique Pérez?... le habla la policía... su hija está en el hospital Clínico... tiene catorce años, no?... no se preocupe, los servicios sanitarios se han hecho cargo... acuda lo antes posible, por favor... tut-tut-tut..." la mirada de un padre buscando a su hijo en un hospital a las tres de la mañana... siempre impresiona... siempre intenta justificar... siempre ha sido un error... cuanto amor.
Las fallas, la expresión máxima de arte y barbarie, la inconsciencia mas absoluta en todos los sentidos, en el divino y el humano. Sólo los que habitamos el lado oscuro de la fiesta podemos entenderlo, sólo nosotros vemos los huesos tras el oropel, sólo cuando has llevado un uniforme entiendes porque no nos gusta meternos en multitudes, miramos siempre donde están las salidas de emergencia, apoyamos la espalda en la pared.
Estás fallas han sido especialmente duras en la parte personal, estas han dolido. He sufrido grandes desilusiones, igual pensarías que son tonterías si te contara la razón, pero a mi me afectan... por que?... porque mi vida es corta y necesito que mis expectativas se cumplan, porque una oportunidad pasada nunca vuelve, porque ya he perdido demasiadas.
Posiblemente no me lo merezca, posiblemente el mundo me odie y esté condenado a echar de menos mis deseos un minuto de cada minuto, por siempre. Abocado a un perpetuo vagar por el universo de la inestabilidad en una multiplicidad de personalidades fruto de la tormenta de sensaciones e indecisiones propias de un Piscis.
Es posible que precise de un renacer fallero cual ave Fénix, un éxtasis de inconsciencia que me haga olvidar toda esa oscuridad que me viene rodeando, esa presión que me ahoga, esa vida que me mata.
Pero luego, al final, siempre llega la calma... pasajera... pero calma... una botella de Jack, unas teclas que pulsar, un motor que hacer rugir y unos amigos con los que brindar... y la vida sigue, echando de menos un minuto de cada minuto, rodando siempre en pos de la siguiente curva, plantando siempre el próximo ninot... life is good.

viernes, 11 de marzo de 2016

Ciclo 44

Esto de los ciclos es lo que tiene, que empiezan y acaban. Hace un par de días que he empezado uno y acabado otro, el 44 y el 43 respectivamente, con un montón de dudas, certezas, alegrías y sinsabores. Ciclos de grandeza, pereza, miserias y glorias en los que la supervivencia del yo prima sobre cualquier otra cosa. Ciclos en los que, a poco que eches la vista atrás, ves el como y cuanto has cambiado, el como y cuanto han cambiado los que te rodean y te llevas sorpresas. Porque en el día a día no te paras a mirar alrededor tan intensamente como deberías. Cuando lo haces, te paras a mirar y ves necesidad donde veías cariño, odio bajo las palmadas en la espalda, afecto escondido en la agresividad y, porque no, amor detrás del rechazo. Ciclos en los que la llama de los sentimientos más diversos nace, crece, la glorificas, decae y muere llevándose un trozo de ti, dejando experiencia y conocimiento. Ciclos en los que las caras se suceden ayudando a crear la tuya propia con arrugas de risas y llanto, enfados, ternuras. Templando tu corazón con ligeras caricias o brutales puñetazos para hacerte tal y como eres. Al fin y al cabo, como ya dije en otra ocasión, sirven para saber que, gracias a Dios, cuando se vean los nubarrones en el horizonte, iremos tranquilos sabiendo que no rodamos solos por la carretera de la vida... Life is good...