domingo, 14 de agosto de 2016

Pensamientos

Una sala de espera de un hospital nunca es un buen sitio para meditar. Los pensamientos se arrebujan bajo el manto de la intranquilidad y el hastío, la húmeda oscuridad de las dudas sobre tus acciones entumece la conciencia de tus deseos haciendo que el moho de la desesperanza crezca por doquier, permitiendo a la hiedra de la resignación alcanzar los torreones de tu orgullo, aquellos que resistieron los embates de mil ejércitos de críticas y traiciones antaño y que hoy se derrumban ante frases tristes de personas que creías importantes.
Nubes hediondas de desprecio mal disimulado roen el óxido que envilece el brillo de la acerada armadura de dignidad que una vez portó el que os habla. Lindes cenagosas bordean los islotes de esperanzas de sueños perdidos, llantos ahogados de niños que fuimos y que hoy se baten en duelo constante con las ganas de apagar la luz, de dejar de alumbrar el camino a otras existencias, a otros seres que no mostrarán nunca agradecimiento, solo rencor, solo una estúpida reclamación de acciones que empezaron como favores y se transformaron en deberes. No aparecen por la puerta las ocasiones de dejar a tu espíritu volar, no te sorprenden con sonrisas aquellos que toman decisiones sobre tu futuro sin tan siquiera conocerte. Toda acción plantea un retorno, una reacción  aliñada con jirones de tus actos, con efluvios de tus hedores y olores, de los que emanan de tus intenciones mas ocultas, halitos de emociones que despojan tu alma de deseos, de pasiones, de secretos que guardar. Copas de vino emponzoñado que te matan poco a poco. Sueño a sueño. Sin vivirlos. Sin pensar.