lunes, 8 de febrero de 2016

Noches eternas

Aún deambulan por mi cabeza los retazos de una noche estimulante, aún bailan las palabras al ritmo de la espuma de la cerveza y el calor de las miradas furtivas. No han cesado los sonidos, los silencios, las palmadas en la espalda, que acompañan estallidos de hilaridad ante una anécdota contada a horcajadas de un caballo de metal. El ir y venir de chalecos, parches, cascos y cuero contrastan con minifaldas, ombligos, mechas y rímel creando un escenario oscuro con destellos de complicidad, con retales de felicidad con los que componer un tapiz de alegría comunal. Se ha perdido la conciencia del tiempo, el reloj vaporiza los segundos como si el titán Cronos no hubiera existido nunca... y la noche va pasando. Martillean los pistones unas calles reservadas a jinetes de la noche, calles que se quedan estrechas ante la acometida de un entusiasmo enardecido por la camaradería. Deambulan por mi cabeza los retazos de una noche eterna, de una noche que guardaré en mi memoria, de esa en la que la ciudad fué nuestra. Ha cantado el gallo al ritmo de un motor, ha salido el sol que, al vernos, ha pedido perdón. La eternidad se acaba, la noche languidece, la mañana clarea... despierta de su sopor nuestra querida Valencia. Esa que fué nuestra en aquella noche eterna. Life is good.