sábado, 19 de agosto de 2017

Entregado

La niebla que asfixia su alma se oscurece y enfría con el invierno que llega tras una primavera sin verano ni casi otoño. Ese frío que agarrota los dedos del organista que, desesperado, ejecuta la "Lacrimosa" del "Requiem" de Mozart dejando notas muertas como negros huecos en la dentadura de un anciano. Laceraciones encarnadas debilitan los latidos de una pasión, de un fuego antaño desbocado y hoy prisionero de un latido de luz, de un sonido metálico, de una quimera. Cuentan los antiguos que la altivez y la gallardia reinaban al alimón en aquel vergel de su pecho, hoy páramo, donde la fuerza, la poesía, la música, el amor... el amor... antes flotaban en el ambiente, donde hoy la niebla es la reina y señora. Aún hoy hay quien cuenta como ocurrió, aún... se cuenta como se perdió, tan rojo, tan brillante, tan ardiente, tan felizmente... su corazón.

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